LÁMPARAS DE VAPOR DE MERCURIO

Las lámparas de vapor de mercurio de alta presión consisten en un tubo de descarga de cristal de cuarzo relleno de vapor mercurio, que emplea para producir luz a partir de la corriente eléctrica, usando para ello los dos electrodos que se encuentran en su interior. Contienen además un tercer electrodo auxiliar, que se encarga de facilitar el arranque a la hora de encender la lámpara. En la inmensa mayoría de estas lámparas, el tubo se encuentra contenido en un bulbo de vidrio borosilicato, que cumple las funciones de capa protectora que impide la emisión de radiación ultravioleta (causada por la incandescencia del mercurio), y de aislante térmico, ya que protege de quemaduras a la hora de manipular la lámpara. Para su funcionamiento necesitan, al igual que las lámparas fluorescentes, un balasto eléctrico.


Son, junto con los tubos de neón, consideradas como uno de los precursores de la iluminación fluorescente, siendo sus primeros modelos exitosos patentados por el estadounidense Peter Cooper Hewitt en 1901, mejorados durante la década de 1930 para funcionar con una cantidad mucho menor de mercurio. En sus inicios, debido a la radiación ultravioleta que generan, fueron usadas especialmente en plantas de tratamiento de de agua. Durante los años posteriores, y con la incoporación del bulbo de vidrio borosilicato que limita dicha emisión, empezaron a usarse más frecuentemente como sistema de iluminación. 


A pesar de ser más eficientes y tener una vida útil mayor que las bombillas incandescentes, las halógenas y parte de las lámparas fluorescentes, nunca fueron tan empleadas como estas debido, en gran parte, a sus limitaciones referentes a la coloración de su luz. Esto se debe a que, de base, la luz que emiten es de una tonalidad azul verdosa, y aunque en la mayor parte de los modelos se consigue llegar a otras tonalidades, usando fósforos que revisten el interior del bulbo de borosilicato, no consiguen emitir con tanta eficacia como las demás los colores más deseados, sobre todo los que se encuentran dentro del espectro cálido. Por tanto, se han utilizado frecuentemente para la iluminación de zonas amplias, como calles, fábricas, almacenes, estadios, etc. Además, presentan otras desventajas importantes, entre las que destacan que a pesar de su larga vida útil, su luz se deprecia notablemente con el paso del tiempo, y que el mercurio que se libera con su rotura es altamente contaminante, debido al riesgo de envenenamiento por mercurio.



Aunque todavía siguen siendo empleadas en lugares como los anteriormente mencionados, debido a estas desventajas en los últimos años han sido sustituidas por sistemas con una mayor reproducción cromática, como las bombillas de bajo consumo y las lámparas de haluro metálico, y, sobre todo, por la iluminación LED, que también cuentan con una mayor vida útil, una mayor eficiencia energética y son mucho menos contaminantes. De hecho, la Directiva 2011/65/UE del Parlamento Europeo restringe su uso en la Unión Europea como sistema de iluminación, pudiendo sin embargo ser empleadas para otras funciones, como lo son como componentes de proyectores de vídeo y equipos de espectroscopía molecular, además de en imprentas para el curado térmico de la tinta